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Notas de tren
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Respirar el presente
FEB|09
Otra impresión del clima externo se refleja en mi interior.
Ya he descubierto que son muchas las veces que esta sospechosa coincidencia tiene lugar: Sol ahí fuera calentando poco a poco,
fresco aire a mi alrededor. Y puedo respirar y disfrutar de esta mañana de viernes como de alguna mañana en algún paseo en
la playa hace ya varios años.
¿Qué me separa y qué me une a ese momento? No lo sé. Sospecho con casi certeza de su verosimilitud
que es mi sensación interna, mi clima propio el que se repite. Imposible es pensar que en casi diez años no haya estado o
reparado en una mañana como esta.
Al cielo no lo irrumpe una sola nube. El sol no llega aun a los 45 grados desde el horizonte. Se
da un momento misteriosamente energético cuando mi tren confluye a un transitado camino de vías en el que dos trenes más confluyen.
El avance en paralelo de las tres bestias metálicas. El temblor magnífico.
Hoy no me siento salir a ninguna parte. Hoy soy yo respirando
este presente fresco y con sol ahí fuera. ¿Será acaso que el camino se desarrolla de todas formas bajo los pies? ¿Será que
en la inocencia se cree que uno es el que sale y avanza, el que mueve la bestia metálica? De cualquier forma, respirar el
presente es una necesidad vital que, como casi todas, recordamos sólo cuando por casualidad nos topamos con ella.
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Ultima estación
FEB|09
Siempre la infinita luz reflejada en un hilo sobre los
rieles que acompañana al hombre que mira desde la ventana del tren. Siempre porque hoy, al concuir mis viajes, sigue allí
como el día en que los inicié. Once y ahora Caballito. Cada estación tiene su color y su resonancia (¿será solo en mi interior?)
Uno se encarga, tal vez inconscientemente, de terminar
los ciclos con reminiscencias del comienzo. Toda leyenda repite el principio al final. En mis oídos suena otra vez como en
aquellos días fríos del invierno Andrés Calamaro. Estación Flores una vez más...
Todo esto que hoy me es común, que se hizo de a poco parte
de mi realidad, se irá alejando lentamente en linea recta como un tren hacia el pasado y hacia el olvido: los vendedores,
las caras repetidas semana tras semana, los trucos y mañas de viajante, los códigos. Quedan las ondulaciones del campo
amarillo por siempre. Quedarán los colores y resonancias, se irá olvidando hasta el olor y quedará un titular que resuma este
capítulo que escribe hoy su último párrafo. Recibo un mensaje a mi celular... Un mensaje matinal.
Los mensajes son luces en nuestro viaje por las oscuras
costas de la soledad; luces de faro; golpes de alguien en alguna parte con necesidad de uno. Qué bueno saberlo. Qué bueno
que existan. Sin notarlo salto hasta Liniers donde estuve por primera vez alguna noche oscura, tan perdido y desconcertado
que si aquí me viera, hoy mismo en estos andenes esperando ese tren nocturno, me reiría mucho de mí mismo.
Amanece cada vez más tarde. Por estas latitudes es así.
El horario de salida y puesta va moviéndose, logrando días extremadamente cortos y regresando de a poco a días extremadamente
largos. Largas noches de invierno y breves de verano.
Por la escritura avanzo como un tren. En línea recta pasando
por estaciones, parando cada vez que mi cabeza así lo decide, cada vez que algo me pide explicación. Mis lineas son de tren.
Y muchas estaciones, aunque se parecen entre sí, se emplazan en sitios totalmente alejados y distantes. Le recomiendo que
se baje usted donde deba bajar., esté atento.
Hoy se terminan mis viajes al oeste. Mi travesía milagrosa,
la que me sacó y me fue regalada, hoy concluye por la decisión firme de bajar del tren. Hasta esta estación llegó mi viaje.
Cuando la velocidad disminuya y la puerta se abra de par en par, pondré mi pie en tierra con una seguridad nueva en mí mismo,
renacida en este nuevo ser que soy. Todo viaje nos cambia y con los cambios a cuestas se sigue o se cambia de rumbo. Y bajo
con una sonrisa porque mi sol siempre brilla en cualquier paisaje y porque sé que la elección, la libertad de la elección
es mía y sigue intacta. Allá voy.
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Tren
OCT|08
El tren avanza en una
dirección y yo me siento mirando hacia el otro lado. Eso resume todo: El rumbo de mis días.
De espaldas por no ver de frente al destino o de espaldas
por no comprender la dirección en que avanzo.
Me suelo confundir. Creer en unas imágenes con debilidad;
tanta que se desvanecen al tocar el punto del presente y en su lugar quedan otras absolutamente indiferentes a las desaparecidas.
Es una cuestión de fe quebrada, de poco amor a mi propio
ser. Amo que me amen pero olvido amarme más y hacer las cosas por mí. Un desliz permite instantaneamente sospechar de egoísmo.
Hoy lo requiero.
De espaldas es imposible saltar del tren antes de llegar
a una no deseada estación.
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Estación Flores
SEP|08
Anuncio con flores, distinto
a todos; la conocí como a una de las primeras que conocí. Muchos días fue la primera estación de mis viajes o la última
del día.
Acabo de dejarla atrás pero sin pisarla. Fue, y es desde
hace meses, una más de las estaciones del trayecto. Pequeña y feliz con sus flores, me inspira aun alegría. Me trae el perfume
de alegría que respiré tantas semanas.
Es lindo sentirse nuevo. En esos días
eso sentía. Ese Alexis de huesos rotos y sangrante que se había estrellado inesperadamente en un muro (o que viéndolo venir
nada pudo ni supo hacer por cambiar el rumbo), despertaba en una realidad nueva y hacía cosas nuevas y conocía nuevos paisajes.
El tiempo y la necesidad de sanarme
y rearmarme me alejaron de esos días para hacerme encontrar con este Alexis nuevo (o con aquel del perfume a flores) pero
frente a frente. Precisé soledad para conocerme.
Tal vez con cada choque frontal que
la vida depara debiera uno cambiar completamente el rumbo; pero es difícil saber hacia dónde uno iba. Encontrar rastros entre
las esquirlas desparramadas. Tal vez con cada choque frontal uno debiera intentarlo.
Pequeña y feliz, la estación
de Flores aun me inspira alegría y sonrisa. No con nostalgia, no con tristeza. Evoco la alegría y me sonrío porque nunca hay
que dejar de hacerlo.
Soy nuevo. Recolecto y clasifico aun
esquirlas. Trazo mi camino en un mapa desenfocado. Aferro mi brújula y sonrío cada vez que paso, nuevo, por la estación de
Flores.
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