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La huida es valiente
DIC|08
La huida es un acto de
valentía. De autocompasión. Es difícil reenfocarnos solo con nuestra percepción, sacando de en medio las ópticas que creemos
tienen los infinitos otros sobre nuestra vida. Para los infinitos otros la huida será un acto vil, miserable. Nada, dirán,
enorgullece más que morir por una pasión. Pero cuando solo nos vemos con los ojos que tenemos, los físicos y los de la sensibilidad,
podemos conseguir huir como un arrebato de la más auténtica valentía. Dado que solemos ser nuestro más implacable juez, es
estoica la huida. Nada, debiéramos quizá pensar, entristece más que morir en una prisión. Y morimos no cuando dejamos de respirar
sino cuando nos encerramos en una celda sin escape. Es decir: morimos siempre por no huir a tiempo. Las tretas de la nostalgia
y el recuerdo, de la compasión y las buenas costumbres nos asechan como emisarios del encierro. Huir a veces es huir al mismo
sitio en el cual creíamos estar. Huir a veces resulta la única forma de que podamos seguir sonriendo.
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